EL INFIERNO EN LA TIERRA
El blanco no puede existir sin el negro.
Las enseñanzas psíquicas, como la visualización, la canalización, la reencarnación o trabajar para llegar al cielo, existen para romper la infructuosa cáscara externa del vivir de un modo mental o materialista, donde el hombres y mujeres con una realidad no mucho mayor que una sombra tridimensional compiten, pelean y piensan acerca de no mucho más que dinero, negocios y posesiones. El proceso normal de vivir de la mayor parte del mundo es árido y frágil y obstinadamente aislado de la realidad. Cualquier gota de vida o amor se evapora instantáneamente como agua en una plancha caliente. Las emociones están dirigidas superficialmente hacia el exterior, hacia relaciones u objetos materiales bajo la forma de una excitación reactiva, egoísta e inconsecuente. Estas son criaturas mentales, ocupantes de un mundo mental extremo donde no hay tiempo para una pausa o para refrescarse internamente, porque el tiempo allá afuera se está moviendo demasiado rápido. Una Coca-Cola rápida o una dosis de bebidas espirituosas, del espíritu equivocado, para levantar el ánimo temporariamente, es casi la única revitalización conocida. Ellos dicen: “Es una carrera competitiva por el éxito”. Y de hecho lo es. Esas personas son incapaces de sentarse quietos para convocar lo bueno que hay dentro de ellos. Entonces en cualquier momento que se ven obligados a parar, o a sentarse solos, se sienten inquietos y frustrados, convocando en cambio sus vagos demonios de la preocupación y el miedo – miedo a la perdida, al fracaso, al conflicto; y sueñan y planean con un sin fin de deseos y pensamientos fantasiosos, ignorando la bella llama de la vida dentro de ellos. Así dan vida o nacimiento a un mundo loco y se aseguran quedar atrapados en él. Pero este mundo mental, como una figura de cartón, es sólo una cosa fútil e involuntaria, que no tiene prácticamente ninguna vida en él.
Detrás del árido mundo mental está el reino intermedio de los sentimientos y las emociones. Este es el hogar del bien y del mal. Aquí es donde los seguidores de las enseñanzas psíquicas hacen lo mejor que pueden para trabajar por el bien. Aquí es donde las fuerzas del bien y del mal pelean por siempre.
Mientras la Hermandad Blanca convoca algún bien imaginado, la Hermandad Negra convoca al mal psíquico y manifiesta espíritus malignos y todos los otros demonios del vudú y la hechicería. Aquí es la luz contra la oscuridad, los ángeles contra el diablo. Aquí el yo bueno del hombre (todas sus emociones acumuladas y nociones del bien) batallan para superar, convertir, reformar y sanar su yo maligno (su viejo yo, que, él cree que es relativamente ignorante comparado consigo mismo hoy).
Esta es la creación del cielo y el infierno. Existen realmente en la psique donde son inmortalizados, esto significa que existen más allá de la duración de lo mortal. Pero no son eternos, porque no son reales, no son de Dios. El cielo y el infierno son hechos por el hombre, son imaginados y les dan vida los hombres que generación tras generación han sacrificado su preciosa vida ahora, para garantizar algún tipo de vida en el más allá. Cuando el hombre muere consigue lo que quería; muere y va a su esperanza o futuro creados por él mismo, su propio material inmortal de ensueño. Dura por un tiempo. Pero él se pierde el reino eterno, hecho por Dios o divino que no tiene duración, esperanza ni futuro – porque es ahora.
El hombre en su ignorancia es el demiurgo, el presuntuoso subcreador, quien, porque se perdió en su imaginación, creyó que tenía que crear otro mundo; y lo hizo. Él creo estos dos mundos, el mental y el psíquico – dos mundos de luchas y conflictos, que puedes percibir por ti mismo en cualquier momento, adentro y afuera. El hombre en su ignorancia y obstinación le dio la espalda al mundo perfecto que fue y es creado ahora para él por el único creador, Dios el eterno, el espíritu detrás de la psique.
El mundo psíquico y el mental no tienen ninguna realidad. Tan sólo representan el tiempo pasando. Pero hay una diferencia en la velocidad del tiempo; es más lento en el mundo psíquico que en la frenética existencia mental externa. Como estas en ambos mundos ahora y a cada momento, tú puedes diferenciarlos por ti mismo. El tiempo de la carrera competitiva por el éxito, como fácilmente puedes observar, va y viene dejando muy poquita marca en cualquier cosa, como los boletines sin fin de las noticias que en total no suman nada significativo. Detrás del loco mundo mental puedes detectar con igual facilidad la lentitud del tiempo psíquico en la emoción que continua y continua en ti, que persiste, se estira y lastima. Incluso cuando la preocupada mente ha huido, o muerto (temporariamente) de espanto, tú puedes sentir la persistencia del tiempo corroyéndote, deprimiéndote. Incluso puedes ver que te está matando lentamente; que tú estás muriéndote de tiempo psíquico. Pero cuando el purificador espíritu eterno brille sobre ese falso yo psíquico para disolverlo – ya que, por el eterno decreto del bien, debe ser destruido – tú sabrás que no hay muerte; sólo muerte psíquica.
Tienes que morir psíquicamente para encontrar la realidad, no físicamente. De hecho no se puede hacer muriendo físicamente. Luego que el cuerpo muere no hay más oportunidad de encontrar lo real en ti porque para entonces estarás en el mundo psíquico o el sueño que has elegido crear para ti. Y como habrás pasado por alto los opuestos que son necesarios para darle sentido al mundo psíquico, te cansarás del sueño y una vez más conocerás la inquietud.
Para morir psíquicamente tienes renunciar a los falsos mundos que has creado y estás creando, ya que es tu creación la que distorsiona tu visión y tu ser. No necesitas crear un mundo. El mundo de Dios está ahí ahora, aquí ahora, en toda su maravilla y gloria.
Barry Long
© The Barry Long Trust
Un extracto del libro de Barry Long The Way In.